OK, como pueden ver, tengo puras ganas de comer cosas frescas, que no requieran encender el horno o la cocina, porque ¡pucha que ha hecho calor en Santiago! O sea, bueno, para nosotros es calor. Para algunos de ustedes, me imagino que 33ºC sería un frescor primaveral, pero por estos lados, aunque hemos tenido veranos calurosos en la capital desde que yo era niña, igual como que no nos acostumbramos. O tal vez tenga más que ver con nuestro pésimo hábito de quejarnos de TODO. Dios mío santo Señor, ¡qué quejumbroso es el chileno! Si hay más de 27 grados, hace mucho calor. Si hay menos de 25 grados, hace frío. Si caen tres gotas locas, está lloviendo (y uno pensaría que el ser humano se derrite al mojarse, con tanto que nos quejamos en Santiago de la lluvia). Si está nublado, queremos que salga el sol. Si hay sol, de repente nos da alergia al sol y queremos puras nubes. Si el auto de en frente anda muy lento, bocinazos para acá y para allá. Si anda muy rápido, comentamos algo inapropiado sobre su madre. Son muy pocos los que alaban lo bello que es esta vida en una conversación promedio. (Y ya sabes cuánta importancia le doy a una visión agradecida de la vida.)
Y lo irónico en todo esto es que yo, al hacer este comentario sobre nuestra cultura quejumbrosa, me estoy quejando de ella. Of course.
Pararé de inmediato. Suficiente con conformarme a la cosmovisión y a los estándares que me empapan día tras día. Quiero ver un mundo más agradecido. OK, entonces comenzaré conmigo. No más quejas… por hoy, al menos. Hay que empezar con pasos pequeños, ¿o no?
Emmmm… ¿en qué iba? Ah, si. Receta para ensalada marroquí. (Adoro todo lo que provenga de ese bello rincón del mundo, al que tuve la mágica bendición de visitar con mi hermano menor el año pasado. Ooooooo pero ¡¡qué manera de ahogarse en belleza!! Ni te puedo explicar el nivel de detalle – y el amor a esos detalles – que había a la vuelta de cada esquina. Los cielos encofrados, tallados y pintados, los umbrales de las puertas talladas, las cerámicas, el seto de romero en un cementerio real, el souk de la medina de marrakech, el herboriste que nos dio de probar de un montón de sus productos sánalotodo… hasta la comida y el thé de menthe eran una obra de arte. Aluciné. Fue un sueño hecho realidad poder perderme en los angostos y sinuosos pasillos del souk (mercado) de Marrakech y quedarnos en un riad recién renovado en el centro de la medina (parte antigua de la ciudad).
…Y me distraje de nuevo. Pero ¿cómo no distraerse recordando Marruecos? Imposible enfocarse por más de cinco minutos sin divagar por el mundo de la memoria.
Pero haré un esfuerzo sobrehumano y escribiré la receta sin volver a mis divagaciones por ese país tan bello… con sus tagines que me hacen agua la boca con sólo recordarlos… ¡Kari! ¡Concéntrate!
(inspirado en la receta de mi gurú, Jamie Oliver, en Jamie Oliver’s Food Escapes – no tiene la receta en su sitio web.)
INGREDIENTES
2 zanahorias grandes
jugo de una naranja
un manojo de menta fresca
vinagre de manzana o de vino tinto
aceite de oliva
sal
pimienta
PASOS
Pelar zanahoria, rallar (ni muy grueso ni muy fino) y poner en un bol
Agregar jugo de una naranja a zanahorias
Lavar menta y picar en tiras, añadir al bol y mezclar todo
Poner vinagre, aceite de oliva, sal y pimienta en un frasquito de vidrio, tapar bien y agitar bien. Verter sobre ensalada y servir.
¡Qué cosa más sencilla y refrescante! ¡Disfruta!